Hay libros cuya existencia es más que necesaria, y que sin ellos, el futuro de nuestra piel de toro sería muy diferente… de alguna forma peor. Este es el caso de El paraíso maldito, de Iker Jiménez (Cuarto Milenio, Milenio 3), un ensayo con tintes de reportaje y de muestrario que sumerge al lector en una comarca mágica, durante muchos años al margen del resto de España: las Hurdes, una zona hallada al norte de Extremadura, colindante con la provincia de Salamanca.
Nos encontramos ante una obra escrita con el corazón y desde el amor a unas gentes que tenían historias apasionantes que contar, y que fueron escuchadas por la persona adecuada, alguien curioso e interesado en esos testimonios, muy valorados y vividos, con la verdad de alguien honesto que reconoce haber estado ante lo ignoto. En sus múltiples viajes a estos parajes, Iker Jiménez descubrió poco a poco una serie de tradiciones, rituales y creencias en lo sobrenatural que tienen características comunes con culturas muy lejanas en el espacio y el tiempo. Por su puesto, no lo hizo solo, sino con la ayuda de algunos compañeros de travesías como el investigador Lorenzo Fernández o Félix Barroso gran conocedor de las tierras hurdanas.
Si lees El paraíso maldito, tendrás en tus manos una crónica de algo que está destinado a desaparecer, de unas creencias y mitos que parece que poco tienen que hacer en los tiempos que corren, donde el ser humano cada vez es más materialista. Yo me quedo con las gentes de las Hurdes y todo su bestiario – seres como el macho lanú, el tío del bronci – sus remedios ancestrales, y esa conexión con lo inefable, lo desconocido, que no por ser desconocido tiene que ser inexistente. Personalmente doy las gracias al autor, Iker Jiménez, por hacer una crónica que quedará para siempre, un testimonio de un pueblo mágico sumido en la pobreza y olvidado por gran parte de España. Por suerte las Hurdes han cambiado, y aunque menos arraigadas en lo ancestral, hoy en día son más prósperas. Para quien quiera visitarlas, existen rutas, y todavía vestigios de la esencia del lugar, encarnada en personas mayores que vivirán para siempre en el papel.